Pelos en la ducha

 Tu piel estaba tibia, la temperatura me resultaba tan agradable que sentía cómo se me llenaba la boca de unas babas dulcísimas como de miel fresca. Saliste de la cama y fuiste descalza hasta la cocina, yo me quedé remoloneando entre las sábanas mientras que la gata me miraba con sospecha. Me había agarrado el vicio de espaciar los momentos que compartía contigo, te evitaba todo el tiempo. 

La gata lo supo antes que yo, supo que yo ya no te amaba. Pero desde afuera nada era tan evidente, quien nos viera jamás identificaría que ahora éramos la resaca de lo que algún día fuimos. 

Sentí de repente el olor del agua salada del mar. El sol entraba en la esquina inferior de la cama, me dio pena no desear tu aliento, no querer lamer tu cuerpo, ni enroscarme en ti como una serpiente. El fuego que alguna vez hubo ahora se había convertido en esas plantas tristes que tenemos en el estudio. 

El moho se extiende en el techo del cuarto, ahí, justito arriba de nuestra cama. Pareciera que nuestra vida juntos quedó cubierta por una capa de queso fundido, una superficie chiclosa que permea todo de aburrimiento, un hilo finito de queso que se estira y se estira. Quedamos atrapadas en el fango de la rutina y esta vez no hay vuelta, no hay fiesta o, mudanza, viaje, ni conversación alguna que salve esto.

Tu presencia ahora me resulta molesta, tan molesta como esos mosquitos que zumban obstinados, justo cuando estás a punto de quedarte dormida. Me enoja no amarte.

Escuchaba tus ruidos en la cocina, nuestro ritual matutino consistía en hacer un desayuno súper completo, como esos de hotel, hacía unos meses que fumar unas pitadas de marihuana también se había incorporado a esa ceremonia que ejecutábamos religiosamente todas las mañanas. Como si la tensión que vivimos se aliviara con dos pitadas. 

Entré a la ducha, en el desagüe había unos pelos atascados de quién sabe de cuándo, a ti siempre te molestó que todo estuviera lleno de mis pelos. Los limpié con parsimonia, pensando que algún día extrañarías mis pelos en la ducha. 


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