Pelos en la ducha
Tu piel estaba tibia, la temperatura me resultaba tan agradable que sentía cómo se me llenaba la boca de unas babas dulcísimas como de miel fresca. Saliste de la cama y fuiste descalza hasta la cocina, yo me quedé remoloneando entre las sábanas mientras que la gata me miraba con sospecha. Me había agarrado el vicio de espaciar los momentos que compartía contigo, te evitaba todo el tiempo. La gata lo supo antes que yo, supo que yo ya no te amaba. Pero desde afuera nada era tan evidente, quien nos viera jamás identificaría que ahora éramos la resaca de lo que algún día fuimos. Sentí de repente el olor del agua salada del mar. El sol entraba en la esquina inferior de la cama, me dio pena no desear tu aliento, no querer lamer tu cuerpo, ni enroscarme en ti como una serpiente. El fuego que alguna vez hubo ahora se había convertido en esas plantas tristes que tenemos en el estudio. El moho se extiende en el techo del cuarto, ahí, justito arriba de nuestra cama. Pareci...
La próxima entrega tendría que ser "cosas que están de pelos" y ser un poco optimista, para variar.
ResponderEliminarTienes razón no hay cosa más deprimente que las orejas de los ancianos,Intentaré imprimirle un poco más de positivismo a la próxima entrega.
ResponderEliminaryo entro dentro de cosas peludas?
ResponderEliminar-La cabeza de Conco.
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